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  LUQUE ERNESTO
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CULTURALES

El poeta Saenspeñense Ernesto Luque fue mencion de Honor

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  Con el titulo "Querida Abuela" en la categotia CARTAS QUE NUNCA SERAN ENVIADAS
El poeta Saenzpeñense Ernesto Luque fue mención de honor en el concurso Mis mejores líneas con su cuento "CARTAS QUE NUNCA SERAN ENVIADAS" y ya se prepara para otro concurso 

El saenzpeñense Ernesto Luque, fue premiado con Mención de Honor con su obra de cuento "Querida Abuela" en la categoría CARTAS QUE NUNCA SERAN ENVIADAS.
".
La premiación y entrega de libros, se realizó el domingo 11 de Enero a las 17 hs,

El lugar de encuentro fue el salón de fiestas "Las vegas de flores", Yerbal 2874, Flores, Capital Federal, Buenos Aires, Argentina.
Luque adelantó a INFOTERMAL que ya se prepara para otro concurso de cuento , esta vez presentará cuentos sobre historias de fútbol


CARTAS QUE NUNCA SERAN ENVIADAS
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Pcia. Roque Sáenz Peña 20 de Mayo del 1998
Querida abuela:
Te cuento que estoy tratando de inventar un avión que me lleve muy lejos y que sea muy veloz y con mis diez años apenas construí uno que solo carretea y se le cae un ala, pero no te preocupes ahora estoy en la ardua tarea de construir un súper auto y estoy seguro que en menos de una hora estaré allí contigo.
Si me quieres tanto como siempre lo decías, ven a Sáenz Peña.
Seguramente todavía no te hartaste de Bs. As. No se si no quieres venir por mi, por esas travesuras que tiñeron mas rápido tus largos cabellos de blanco, tu carácter fuerte como las madres leonas que toman a sus cachorros con sus enormes dientes y sin dañarlo en lo mínimo, espero no haya cambiado en estos agitados días en la gran ciudad o por causa de los ingratos y violentos que sobran por aquí.
Te extraño abuela, ya se que tus hijos son imprudentes y que no respetan tu sabiduría, tu paciencia, tu generosidad. A veces quiero que vivas para siempre y yo muera primero así los demás niños puedan disfrutarte, y tus hijos te valoren.
Mi querida abuela extraño tus cuentos, acompañados del aroma del café con torrijitas dulce que preparabas en las tardes, ¿te acuerdas? eran mi mejor momento.
Te mando un beso para que se depositen pronto en tus suaves y arrugadas mejillas, y le pondré con doble tinta en el papel para que nunca puedan borrarse. En tinta amarilla te describiré las margaritas florecidas que tú plantaste, en rojo profundo el gran corazón que me pintaste, en blanco pasión lo hermoso de tus palabras que me susurraste y aún las que no me enseñaste.
Esta noche abuela sueña conmigo que yo lo mismo haré y juntos rondaremos radiantes por esa gran escalera de la felicidad…
La inesperada muerte primero te encontró y hoy después de quince largos años retomo esta carta inconclusa que nunca recibirás.
Aún recuerdote verte en el viejo banco de maderas despintadas e hierro forjado de la estación, con tu saco negro de grandes botones, sosteniendo tu impecable cartera negra entre tu brazo, a un costado la valija de cuero marrón desgastada por el implacable tiempo donde los gruesos broches apretaban sueños de un mayo olvidado en el eterno anden.
Abuela, que viajaras por siempre llenando el aire de fresco perfume de hierbas, y una y otra vez ocuparas el mismo banco que cada veinte de mayo visitaré.
El viento sopla hoy, formando pequeños remolinos bajo el alero, esparciendo semillas secas de añosos lapachos. Estos son los testigos de la vieja estación ellos no hablan, solo siguen viviendo patéticas rutinas, como solitarios fantasmas.
Los turistas se mofan al verme hablar con la ventisca en el museo que es hoy de aquella ruidosa estación, pero te sigo viendo en ese banco sentada cuatro horas antes de que llegara el tren que te llevará por siempre, el correteo de los niños las charlas de mujeres nerviosas por las despedidas, los hombres de trajes impecables fumando enormes cigarros, los braceros deseosos de volver de las cosechas a sus hogares y de pronto todo se silencia porque el gran monstruo se aproxima bufando el denso humo deformado por el seco viento norte.
Un húmedo beso en la frente antes de partir me dejaste, mis lagrimas diciendo no me dejes abuela, quiero montar contigo el caballo de hierro incoherente en la estela gris del infinito, oír tu vos en las mañanas acostumbrarme a ella por las tardes y en la noche ignorarlas.
Es raro, me parece ver llegar el tren y en una de las ventanillas ver tus manos enguantadas saludarme efusivamente, tu cabello canoso recogido y una enorme sonrisa brillante por las lágrimas que brotan, al verme saltar de alegría. En tu vieja valija traerás caramelos de anís mezclado con tus perfumes de hierba fresca.
Siempre te espero abuela hasta luego.
Tu nieto
Teto


 
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